Cuando La Habana fue inglesa

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Cuando La Habana fue inglesa

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Cuba no perteneció siempre a españoles y cubanos. A principios de 1762, durante las guerras hispano-británicas, Gran Bretaña tomó el control de La Habana por un período de 11 meses.

Fue así como Cuba quedó dividida en dos colonias: una pequeña porción inglesa al occidente y otra española al oriente.


El 6 de junio de aquel año, comenzaron a desembarcar las tropas inglesas por los flancos este y oeste de La Habana. El ataque fue prácticamente por sorpresa, a pesar de que en el puerto de La Habana permanecían anclados 14 buques pertenecientes a las flotas navales españolas. El gobernador español de la Isla en aquellos tiempos, Prado Portocarrero, adoptó la medida de ocupar el cerro conocido como La Cabaña, enviar tropas a Cojímar y levantar al pueblo en pie de guerra.
Mientras esto ocurría, Sir Jorge Pockoc, el comodoro Keppel y el joven Conde de Albemarle, presidían el ataque británico con 145 embarcaciones, 28 buques de guerra y 11 mil hombres. La estrategia era desplegar las tropas y atacar Cojímar, tomar Guanabacoa (al este de la Bahía de La Habana), visualizar la ciudad desde el cerro La Cabaña, tomar el Morro (ubicado muy cerca de La Cabaña), y la entrada al puerto de La Habana. Tomaron el primer objetivo y sitiaron al Morro. Las fuerzas españolas, lidereadas por el capitán Luis de Velazco, resistieron el asedio durante siete semanas.
Pero los británicos, astutamente, cavaron un túnel de La Cabaña al Morro, y el 29 de julio lograron destruir un pedazo de muro, penetraron en la fortaleza y vencieron en combate. Fue admirable el ejemplo dado por el criollo José Antonio Gómez (Pepe Antonio), quien defendió el territorio de Guanabacoa hasta las últimas consecuencias. En memoria a su heroicidad, una de las calles de La Habana lleva hoy su nombre.
Lo cierto fue que la ciudad no pudo resistir el embate de las fuerzas invasoras, y el 12 de agosto de 1763 quedaría firmada la capitulación. Sin embargo, al contrario de cómo muchos pensaban, los ingleses fueron una verdadera bendición.
La isla, donde regía el monopolio de Corona Española, sufrió un maravilloso florecimiento al implantarse un sistema de libertades comerciales que nada tenía que ver con el monopolio sufrido hasta el momento por los vegueros, azucareros y ganaderos criollos. Se abarataron las mercancías extranjeras y los productos autóctonos se pudieron vender más caros. Se desplegó un gran incremento de esclavos, de utensilios y telas. No se establecieron cambios bruscos en la administración civil y judicial, ni se persiguió el catolicismo. Tal fue el cambio que, un año más tarde, al establecerse el acuerdo en el cual los españoles canjeaban la península de la Florida por la devolución de La Habana, no se atrevieron a restablecer su monopolio comercial.
En 1764 España comenzó a edificar grandes fortalezas militares por doquier: San Carlos de La Cabaña, que se alza sobre el cerro La Cabaña y desde el cual los británicos habían sitiado al Morro, tomó 10 años para construirse y nunca presenció una batalla. Hoy es una de las mayores atracciones en las ferias de negocio que se celebran en La Habana.

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