Patrimonio cubano

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Patrimonio cubano

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Algunas de nuestras ciudades muestran una arquitectura fenomenal. El casco funcional de La Habana es la llamada Habana Vieja, uno de los conjuntos urbanos más importantes del continente. Allí se pueden ver 88 monumentos de valor histórico arquitectónico, 860 de valor ambiental y 1760 construcciones armónicas. Algunas de las edificaciones corresponden a los siglos XVI y XVII.

“Es una zona monumental por excelencia; el 90 por ciento de sus edificios son valiosos”,

precisa Eusebio Leal, recientemente fallecido, historiador de la ciudad por muchos años.

Según el arquitecto Mario Coyula, director del Grupo para el Desarrollo Integral de la Capital, hay dos edificios emblemáticos en la ciudad: el Palacio de los Capitanes Generales, en La Habana Vieja, y el restaurante “Las Ruinas”, en el Parque Lenin en las afueras de la capital, además de la Plaza de la Catedral, conjunto arquitectónico más bello y armonioso de Ciudad de La Habana.

En la ciudad de Trinidad todo parece haberse detenido en los siglos XVIII y XIX, aunque la vida continúa fluyendo a borbotones. Remedios, esa joya oculta de la Cuba profunda, luce asimismo uno de los conjuntos urbanísticos mejor conservados de la Isla, y supera, dicen algunos, al de Trinidad. La ciudad fue arrasada por las llamas después de 1689. Prosperó de nuevo hasta convertirse en un centro importante de cultura, pero otro incendio la redujo a cenizas a comienzos del siglo XIX. De esa época data la mayor parte de los edificios coloniales que allí se conservan. Su iglesia de San Juan Bautista guarda un verdadero tesoro.

El centro histórico de la ciudad de Camagüey parece un laberinto. Las calles rara vez corren en línea recta durante un largo trecho, sino que se bifurcan, giran, forman triángulos casi perfectos en una geometría caprichosa, o se cierran en una plaza inesperada. Su arquitectura es sobria, menos espectacular que la de otras ciudades cubanas.

Santiago de Cuba se asentó sobre un terreno de relieve complejo, creció en forma de anillos concéntricos y se adaptó a la topografía para ofrecer, con sus calles irregulares y a veces escalonadas, ese remedo de anfiteatro de edificaciones que se intuye si se le observa desde la bahía. Es una ciudad abigarrada y pintoresca que, según el historiador Omar López, muestra en sus plazas, templos y fortalezas todo un repertorio estético constructivo que va desde la constante influencia morisca hasta el regodeo del barroco y la sobriedad neoclásica, pasando todo por un lenguaje local y popular. Las casas coloniales aportan a Santiago la belleza de sus volúmenes y la delicadeza de sus detalles; sus balcones, corredores y balaustres asombran a los que recorren su área histórica.

La UNESCO confirió a La Habana Vieja el título de Patrimonio de la Humanidad,

distinción que se extendió a su sistema de fortificaciones coloniales, al igual que Trinidad junto al llamado Valle de los Ingenios, en las afueras de esa urbe. También lo son el Castillo de San Pedro de la Roca, popularmente llamado “El Morro” de Santiago de Cuba, el Valle de Viñales, en la provincia de Pinar del Río, que obsequia una panorámica que corta el aliento, y el Parque Natural “Desembarco del Granma”, que a la belleza de su geografía une una historia riquísima.

Más recientemente, las ruinas de los cafetales franceses que se asentaron en las afueras de Santiago de Cuba y Guantánamo merecieron ese reconocimiento. El cafetal, apunta la escritora Marta Rojas, “…forma parte del mestizaje cubano y, en gran medida, del mestizaje cultural y artístico de Cuba”.

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